Leonardo Pizarro Chañilao, CEO de Safe Wave, experto en Ciberseguridad y socio de Araucanía Digital.
En el año 1993 se promulgó en Chile la primera ley orientada a castigar los delitos informáticos, abriendo con ello un camino sin retorno a la vigilancia sobre y desde los algoritmos. Hoy, ya con un recorrido obsoleto, se parametrizan bajo nuevas normas internacionales e instituciones— como el Convenio de Budapest y el Nist —la importancia de mantener los activos bajo resguardo de los ciberdelincuentes.
El mundo, ciertamente, no lucha hoy contra un “Caballo de Troya”, sino contra un ejército de troyanos; y, si bien en países menos serios es común el acometimiento de secuestros, hoy nos encontramos con un malware llamado ramsonware, capaz de pedirnos dinero a cambio de la liberación de nuestra información. La compañía Emsisolt calcula en que cada día nacen entre 30.000 a 50.000 nuevos virus informático.
En consecuencia, en pocas décadas pasamos a reflexionar desde la naturaleza del ser, a la posibilidad de hacer; y hoy, superado con creces ese obstáculo, buscamos eternizar nuestra personalidad, primero en avatares de redes sociales superfluas, y luego en encriptaciones que lleven a nuestra alma a vivir en la nube.
Mientras tanto, como ya lo avizoran destacados intelectuales ligados a la ciencia, la política parece entramparse en un mundo al cual se niegan dejar partir, donde unos defienden posturas alienadas desde lo basal con sus contrarios, ateniéndose a posturas que, si bien son cercanas a una realidad inmediata, no son capaces de prosperar en el actual mundo cibernético de las finanzas y, por ejemplo, el espionaje político, donde perder activos podría significar más que la perdida de una honra partidista, sino la vida en sociedad que conocemos por alguna fake news bien diseñada y, a la vez, muy perniciosa.
Saber hasta qué punto somos responsables de nuestro presente, significa sumergirse de lleno, y con urgencia, en las fronteras de futuros tan frágiles como caóticos.
Que los antivirus nos pillen confesados.